lunes, 3 de noviembre de 2014

EDITORIALBLOG: La ceguera interesada

"... espectros que quieren gobernar nuestros pensamientos, haciéndonos ver y creer lo que no es sino un artificio maquillado".

Las circunstancias que nos rodean en estos momentos hacen imprescindible una parada para pensar, para intentar comprender y para actuar en consecuencia, evitando caer en el comentario fácil, en la reflexión ramplona, en el seguidismo ciego o en la actitud zafia. 


Palabras como corrupción, blanqueo, cohecho, soborno o tráfico de influencias saturan nuestra realidad haciéndonos sentir como meros espectadores en un show grotesco y macabro, que en ocasiones llega incluso a lo estrambótico aunque ninguna sonrisa debe salir de nuestros labios.
Surgen igualmente afinidades partidistas, ocultamientos interesados, coartadas lamentables y complicidades manifiestas, pero una postura honesta y congruente nos debe situar en un nivel de crítica constructiva, a la vez que inflexible, a los razonamientos de colectividades con claros sesgos partidistas y a las estrecheces mentales provenientes de individuos que no son sino altavoces mediáticos de la ignorancia y la estupidez, campo abonado para los prestidigitadores de la verdad.


Mirar para otro lado o cerrar los ojos se ha convertido para muchos en el mejor antídoto frente a este fatum, debiendo recordar a complacientes el poema de Bertolt Brecht: 

"Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. 
Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde".


Precisamente ese es el peligro en el que incurrimos cuando nos desentendemos de los problemas que nos rodean, cuando pasamos de largo ante una injusticia, cuando achacamos al otro la responsabilidad propia que todo ciudadano tiene para con el resto de la sociedad.
Los recientes, y no tan recientes, acontecimientos económicos y políticos generan frustración individual frente a la invidencia colectiva interesada y muda, viniendo a mi memoria la obra de José Saramago "Ensayo sobre la ceguera" en la que nos dice: 

"Es que no sabéis, no podéis saber, lo que es tener ojos en un mundo de ciegos... soy simplemente la que ha nacido para ver el horror, vosotros lo sentís, yo lo siento y, además lo veo".




Otra referencia literaria que ilustra esta anestesia inducida en la que estamos inmersos la encontramos en el cuento tradicional "El traje nuevo del emperador" también conocido como "El rey desnudo" escrito por Hasn Christian Andersen donde este fragmento es revelador:

"Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
- ¡Pero si no lleva nada! - exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen a la voz de la inocencia! - dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero si no lleva nada! - gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; más pensó: "Hay que aguantar hasta el fin". Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola".


En otras ocasiones las imágenes, las declaraciones y comentarios que nos llegan no son sino espejismos engañosos, siendo la sentencia de Don Quijote el mejor timón para no caer en los brazos de estos cantos de sirena:

"Dad crédito a las obras y no a las palabras".

Táctica del avestruz o ensoñación, dos puertas fáciles de atravesar pero tras las cuales no hay sino decepción y engaño, ya que al final la verdad se impone con todo su peso; parece como si una parte de nuestra sociedad creyera que la felicidad está en la ignorancia de la verdad como afirmaba Giacomo Leopardi, ¡craso error!, afirmo.
No es sino momento de mirar de frente a la verdad y a la realidad, eliminando subterfugios ramplones y excusas estridentes, olvidarnos de los mensajes mendaces, de las afirmaciones capciosas y de las sentencias insidiosas. 


Es momento de señalar con el dedo de la argumentación, de la crítica constructiva, de la razón, del análisis pausado, y del convencimiento honesto, como el niño del cuento de H.C. Andersen, a todos los espectros que quieren gobernar nuestros pensamientos, haciéndonos ver y creer lo que no es sino un artificio maquillado al que tenemos que mirar directamente sin miedo a quedar petrificados, desenmascarando así a los espantapájaros que quieren mostrarse como bellas esculturas de mármol, cuando no son sino simples sombras de cartón piedra. 
Termino esta entrada con una frase clara y contundente de José Saramago, la cual suscribo plenamente:

"Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran".






 










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