domingo, 20 de octubre de 2013

"La Singladura de las primeras letras".


"... miraba con el catalejo aquellas estanterías repletas de tesoros".

En varias de las entradas de este blog he puesto especial hincapié en la importancia de la lectura como motor de cambio de las difíciles situaciones a distintos niveles que estamos soportando en nuestros días, debiendo sumar a la crisis económica una fractura mucho más profunda y que será más determinante a largo plazo, la que se producirá por la apatía intelectual y la falta de inquietud analítica de la realidad por parte de una sociedad dispersa y con unos referentes que en mucha ocasiones no soportan el más mínimo golpe de sentido común.





Tiempo habrá para explorar ese camino en una próxima entrada de este blog, siendo ahora el momento para una parada en un claro del bosque del saber donde la fogata de la añoranza me acoge con su fulgor, y es en este lugar donde mis pensamientos viajan a la época en la que inicié mi discurrir por el laberinto de la lectura, cuando comencé a percibir las caricias casi indelebles de las hojas de un libro, cuando me embriagó el perfume de las librerías o cuando escruté con la mirada las bastas extensiones de las bibliotecas.Y fue ese cúmulo de experiencias lo que me indicó, cual rosa de los vientos, hacia la dirección primigenia de mis lecturas infantiles y juveniles, adentrándome en las tranquilas aguas de los cuentos infantiles, navegando por las procelosas marismas de las novelas de aventuras de Julio Verne, surcando los meandros de los Cinco Investigadores, sumergiéndome en las aguas cristalinas y cálidas de los comics de Mortadelo y Filemón, el Botones Sacarino o Zipi y Zape.Y sin poder ni querer volver ya nunca más al puerto de inicio, miraba con el catalejo aquella estantería repleta de tesoros a los cuales tenía vetado el acceso hasta conseguir que el dios Cronos me proporcionara algunos años más.


De esa singladura guardo con especial cariño la compra de mis primeros libros en ese puesto ambulante que cada feria se montaba en una de las calles principales, era el lugar donde, cual pirata en la Isla Tortuga, gastaba todo mi botín obtenido de no pocos abordajes a unos pacientes padres que veían en ese bribonzuelo bucanero a un niño con muchas ganas de aprender.De los tesoros que conseguí en esas acciones temerarias conservo en sendos cofres de sabiduría títulos de Marcial Lafuente Estefanía, o títulos tan especiales como "Un Yanki en la corte del rey Arturo", "La Amenaza de Andrómeda", "Tiburón", "El Último Mohicano", "El Hombre Invisible" y así hasta llegar a mi actual biblioteca, sala del tesoro donde continuo añadiendo lingotes de ese preciado metal que son los libros y su contenido genuino.



Tintín, Batman, Hulk o Axterix completaron el grupo de personajes que cada día me acompañaron en esos primeros pasos de la lectura, días en los que tuve como compañeros de viaje al capitán Nemo, a Phileas Fogg o Axel.Lanzo las amarras de esta singladura enarbolando como bandera una cita de André Maurois:"La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en el que el libro habla y el alma contesta".

lunes, 14 de octubre de 2013

Editorialblog.



"Solo el que sabe es libre..."
En muchas ocasiones se nos muestra una acción, un hecho, un acontecimiento o una noticia como lo único posible, lo único plausible, lo único verdadero o lo único coherente... se realizan dichas afirmaciones sin querer caer en la cuenta de que pueden y deben existir otras vías de análisis, de conocimiento, de acercamiento a las ideas clave de cualquier hecho político, económico, social, cultural etc.
En estos tiempos se nos da una "versión oficial" de aspectos que marcan de manera determinante nuestra vida cotidiana, seamos o no conscientes de ello, y es precisamente esas argumentaciones ante las que debemos aplicar nuestro instinto de supervivencia intelectual para superar las cortinas de humo que se expanden sobre nosotros.
Oigo con asiduidad frases demoledoras de apatía, de indiferencia, y de asentimiento servil, siendo esa la prueba más palpable de que ese hilo argumental oficialista está consiguiendo embotar el raciocinio templado y previsor de la sociedad dejando paso a lo visceral, terreno pantanoso donde las más de las veces se sale mal parado.
Es como si se nos obligara a mirar desde un único punto de vista un paisaje, no pudiendo movernos para conseguir un enfoque y una perspectiva diferentes.
Desde aquí reivindico poder elegir diferentes caminos para llegar a una idea, a una conclusión o a un pensamiento propio, no aceptando la imposición de un trayecto predeterminado que nos lleve a donde otros quieran sin importarles nada lo realmente idóneo para el ciudadano y no para el "guía servil".
Andando por una de las calles principales de Ciudad Real me topé con un escritor que tenía montado un pequeño muestrario de sus libros y junto a ellos un escueto cartel donde se podía leer "No acepto consejos, se equivocarme solo", profundizando en esta frase, vemos como en el fondo muchas veces sucede que ciertos poderes aplican sobre nosotros un trato paternalista y protector que en el fondo no es sino una actitud autoritaria y arbitraria, maquillada con tintes sentimentales y de concesiones graciosas más propias de otros tiempo. 
Quieren protegernos, que no nos confundamos, que no nos compliquemos la existencia, que vivamos "la felicidad del ignorante", es decir que habitemos en una realidad prefabricada, en una morada con paredes de papel y techo de paja que se derrumbará sobre nosotros ante los primeros gemidos de Eolo.
Afirmo que un de los arietes más contundentes contra ese muro de ignorancia consentida es la Cultura en el más amplio sentido de la palabra, una cultura que huya de lo ramplón y de lo simple, que ahonde en los problemas del ciudadano, en sus preocupaciones reales, en sus anhelos futuros y que le haga crecer en su pensamiento crítico individual.

Viene en estos momentos a mi memoria una frase que utilicé en un acto oficial, dichas palabras provocaron una mueca bobalicona y estúpida de rechazo en un político.
Hay que entender esa actitud de rechazo, y es que detrás de aquella sonrisa estúpida se escondía un miedo latente ante lo que podían significar esas palabras, que no era sino el levantar la bruma de "la verdad monolítica y absoluta" dejando a la vista de todos lo patético de estos personajes que no son sino una mala caricatura desteñida.
Recojo al final de estas líneas de sinceridad la susodicha frase perteneciente a Miguel de Unamuno y que da sentido a esta entrada y al propio blog que elaboro con golpes de tecla llenos de reflexión:
"Solo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe... Sólo la cultura da libertad... No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la Cultura".