domingo, 27 de septiembre de 2020

DE INCERTIDUMBRES E INSEGURIDADES

Hace algún tiempo que estoy dándole vueltas a este post, a una entrada para el blog donde comentar mis sensaciones ante este tsunami mundial que nos ha descolocado tanto de manera individual como colectiva.

Desazón, miedo, desorientación, preocupación, pesadumbre, negatividad, desconsuelo, indignación, muchos han sido los estados de ánimo por los que este optio ha pasado durante los meses que llevamos caminando a través de esta tormenta que no parece remitir y que hace zozobrar muchos asideros que uno creía inamovibles.

La sensación que tengo ahora es de incertidumbre y desaliento ante el fracaso que está representando la reacción de una sociedad que se creía invencible, atemporal e inexpugnable, que creía haber borrado del diccionario de su inconsciencia palabras como fragilidad o debilidad.

Muestro preocupación por la desorientación de colectivos que creían que poseer lo último en tecnología era el culmen del progreso y que la humanidad seguía una ruta imparable hacia el éxito, aunque para ello se tuviera que pagar el peaje de la pobreza, la desigualdad y el olvido de una parte de la sociedad, todo tiene un precio ¿no es así?

El problema ha surgido cuando se está demostrando que  nuestra sociedad tenía tras las bambalinas de lo mediático grandes déficit organizativos y de coordinación de medios a muchos niveles, con unas carencias abrumadoras de previsión, de anticipación y de preparación ante las contingencias de la vida.

La Historia es terca y no se baja fácilmente de los caballos de la enfermedad, de las guerras, de la pobreza y de la injusticia, de esos jinetes del apocalipsis cuyos cascos resuenan en nuestro subconsciente por más que los creíamos extinguidos.

Mi extrañeza va en aumento al comprobar como muchos personajes que obtienen grandes prebendas por sus responsabilidades han quedado desnudos ante el escaparate de la actualidad viral demostrando su ineptitud parapetándose tras unos profesionales que están siendo los verdaderos héroes de esta guerra, pero muchos de esos héroes son anónimos y no los conoceremos nunca a pesar de que sin ellos habríamos sucumbido hace tiempo.

Decía C. Reeve que un héroe es un individuo común que encuentra fuerza para perseverar y soportar a pesar de los obstáculos, me parece una acertada definición para fijar el foco en las personas que con sus acciones están luchando contra el virus y contra la ignorancia y la mediocridad que campan a sus anchas desde hace demasiado tiempo por esta tierra de oportunidades perdidas.

Reponsabilidad es otra palabra que ronda mi mente en los últimos tiempos donde ponerse una mascarilla es todo un gesto de lucha y rebelión frente a actitudes irresponsables disfrazadas de buenismo y postureo barato.

Los Estados modernos plantearon como uno de sus referentes fundamentales, recogido incluso en sus cartas magnas, la consecución de la felicidad de sus ciudadanos, la seguridad de los mismos y la protección frente a las vicisitudes de la vida, la tinta inerte en viejos legajos tiene la misma vigencia que las modernas grafías en papel timbrado de modernidad, pero antiguo o moderno, lo imprimido no es nada si no se lleva a la práctica, si los garantes de esas máximas no las creen o las vilipendian lanzando sobre ellas ropajes decrépitos y mendaces.

Me está saliendo la vena literaria al final de este post, tal vez porque las palabras son ese estilete con el que grabar mis reflexiones de una manera perenne en el relieve del tiempo que nos ha tocado vivir, un tiempo que se asemeja mucho a otros momentos donde hombres y mujeres anónimos combatieron por sobrevivir con una de las armas más poderosas que la diosa Atenea puso en manos de los hombre, la Esperanza.

Lástima que esos ejércitos de héroes anónimos tengan que luchar contra hordas de espíritus desteñidos  ignorantes y bobalicones, y sufrir la incompetencia y mediocridad de regentes que los guían hacia precipicios de incertidumbre con una sonrisa sardónica.