viernes, 10 de junio de 2016

GENTE TÓXICA.

En los últimos tiempos estoy comprobando como desde diferentes frentes se frivoliza cuando no se ridiculiza el planteamiento e implicación de numerosas personas que, cediendo parte de su tiempo, de su dinero y de sus fuerzas deciden proteger, cuidar y ayudar a animales abandonados y maltratados.


Solo el que quiere y respeta a los animales puede verse conmovido por esta imagen


Estos comentarios despectivos, jocosos u ofensivos encierran una mediocridad galopante en una sociedad que valora en muchas ocasiones al resto de sus congéneres dependiendo de la etiqueta de la camisa que portan o del reloj de pulsera que llevan en su muñeca, es entonces cuando viene a mi memoria un libro que leí hace algún tiempo titulado "Gente Tóxica" de Bernardo Stamateas.


Numerosos animales sobreviven gracias a la ayuda anónima 


A estas alturas del cuento uno se hastía de tanta hipocresía y pose por parte de ciertos personajes que contaminan todo aquello sobre lo que opinan, ya que una de las características de estos bultos sospechosos de la objetividad es que creen saber cuando realmente no pasarían de extras en una película de serie B aunque, injusticias de la vida, algunos se han situado en la cúspide de un iceberg de fama y banalidad que amenaza con hundirnos a todos.


Naoto Matsumura vive en Fukushima cuidando a los animales abandonados tras la explosión nuclear

Las personas que deciden emplear sus fuerzas y ánimos en ayudar a perros, gatos o cualquier otro tipo de animal merecen cuanto menos el mismo respeto que el resto de ciudadanos, y por supuesto mucho más que algunos personajes de brillantina y cuello alto, máxime cuando lo que hacen no esconde un interés personal sospechoso, sino más bien el desprendimiento y la solidaridad, cosa que no sucede con el otro "grupete" para los que el simple hecho de alimentar a los pájaros en el parque es un acto terrorífico.


Afortunadamente hay muchas personas que ayudan a los animales


En un país donde uno de los deportes nacionales es criticar a los demás, los amantes de los animales somos presa fácil para tanta boca abierta que no tiene nada mejor que hacer, cabría pensar que quien da de comer a un gato famélico o recoge a un perro atropellado en una cuneta o abandonado en una gasolinera está llamando a la puerta del resto de la gente para exigirle una compensación económica.



Criticar lo ajeno y ocultar lo propio, práctica habitual en nuestra sociedad

Muy al contrario muchas personas se dejan parte de sus ingresos en ayudar a estos seres vivos que San Francisco de Asís se atrevió a llamar "hermanos", sin pedir nada a nadie, y atisbando en muchas ocasiones que esa misma ayuda la hacen extensible a personas y grupos desfavorecidos de la sociedad, nada que ver con los maniquies del selfie solidario.


El Santo de Asís nos enseñó también a querer y respetar a los animales


Noticias como que en el Baix Penedés o en Mijas una serie de vecinos portan un carnet que les acredita para poder dar comida a los gatos de la localidad buscando compatibilizar la acción solidaria con la limpieza de las calles evitando problemas de salubridad y controlar también las colonias de gatos en la ciudad saltan a la caja tonta de la actualidad y nos hacen pensar en el civismo de unos frente al parloteo estéril de otros.


Son muchas las personas que tienen uno de estos carnets para alimentar mascotas

Más allá de la acción concreta, llama mi atención el interés que por parte de algunas autoridades hay en controlar y sancionar cualquier acción de bondad hacia los animales aludiendo precisamente problemas de salubridad, sería interesante que por esa misma razón, se dieran una vuelta por numerosas calles y parques cualquier día y sancionaran con el mismo ahínco acciones tales como beber alcohol en la vía pública dejando en ella los restos de esta "moda tragicómica" además de las consecuencias fisiológicas derivadas de la misma.


Imagen habitual a la que parece que nos hemos acostumbrado