Recientemente he vuelto a visitar una ciudad por cuyas calles me encuentro especialmente cómodo, me refiero a Ávila, una urbe con un sello de identidad único que va más allá de sus murallas.
Miles de peregrinos celebran el Jubileo Teresiano que recoge multitud de actos conmemorativos |
Suele suceder que en la primera visita a un lugar el cúmulo de información e imágenes que se reciben y la premura por visitar el mayor número de lugares hace que no apreciemos en su justa medida la verdadera identidad de esa ciudad que nos acoge por unos días.
Las calles abulenses invitan a la tertulia relajada y al paseo sosegado |
Digo esto por que afortunadamente esta vez he podido caminar con tranquilidad por ese perímetro de muralla perfectamente conservado, he podido sentir el aroma de otoño de la llanura abulense, he podido escuchar el graznido de los cuervos sobrevolando el cielo nublado.
Sus murallas nos hablan de tiempos pretéritos cargados de Historia |
También he podido mirar a los castaños menguantes que ya han arrojado al suelo su recio manjar, he podido contemplar, cuan caballero medieval, atardeceres de luz tamizada por nubes de esperanzadora lluvia, he podido sentir el frío tacto de la recia piedra que nos susurra secretas confidencias.
Este atardecer desde las murallas de Ávila vale un reino |
He podido interiorizar la solemnidad mística de su Santa, he podido escuchar el repicar de campanas milenarias anunciando las buenas nuevas, he podido admirar la torre de su catedral que acaricia el cielo, he podido sentir en mis pies un suelo de peregrinos.
Pasear por el interior de la Catedral de Ávila es toda una experiencia iniciática |
Os animo a volver a alguno de los lugares que más profundamente hayan llegado a vuestro corazón y una vez allí poder percibir el verdadero lenguaje de sus calles, de sus casas, de sus gentes, de sus paisajes, entonces verdaderamente podréis decir que habéis estado en ese lugar.
Y llegó la noche y con ella las murallas nos dijeron "Hasta pronto..." |
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