sábado, 7 de diciembre de 2013

Ciudad real-mente limpia?

"... estas pequeñas-grandes cosas de nuestro día a día que hablan mucho de cómo somos".

Como muchos ciudadanos y ciudadanas, que no súbditos y súbditas, como les gustaría denominarnos a algunos; o gobernados y gobernadas, que es el apelativo más del gusto de los que nos quieren dirigir, a diario camino por una ciudad de cuyo nombre quiero acordarme hoy, con permiso del genial escritor, Ciudad Real.



Caminar por sus calles se ha convertido en un verdadero tour de obstáculos físicos y visuales, encontrándonos por ejemplo cada pocos metros con “pintadas” que quieren ser graffitis pero que carecen del más mínimo contenido artístico, siendo más bien una agresión visual más cercana a los campos del despropósito y del vandalismo que a un mínimo de conocimiento y ejecución estética, que es lo que significa el Graffiti con mayúsculas, algo que solo en algunos rincones de esta ciudad podemos disfrutar los que creemos en la genialidad de esta plasmación contemporánea de la realidad, siendo un ejemplo la imagen que inicia esta nueva entrada en optioenhispania.
A diferencia de lo que ocurre en otras ciudades españolas, donde estas “manchas” en paredes y mobiliario urbano aparecen en los barrios periféricos, un paseo por cualquiera de las  calles más céntricas de Ciudad Real, incluida la propia Plaza Mayor, nos muestra este museo al aire libre de la dejadez y el mal gusto… la verdad muy llamativo y sintomático.



Lo más sorprendente de esta situación es el hecho de que muchas de las personas que pasan por estas calles o no ven estas filigranas del simplismo o no quieren verlas, haciendo bueno el dicho que dice que “no hay peor ciego que el que no quiere ver las cosas”.
A esto se suma la miopía de los responsables municipales, interesados únicamente en gestionar la imagen de corporación desde las plataformas mediáticas amables, en lugar de bajar al ruedo de la realidad diaria de los ciudadanos de la ciudad (perdón por utilizar un término taurino). Es más, ellos mismos se han aficionado a extender estos trazos de color, en concreto, el azul, por numerosas calles, consiguiendo con ello que muchos ciudadanos y ciudadanas se hayan movilizado para eliminar esas manchas recaudatorias.



Cuando uno pasa unos días fuera de esta ciudad y vuelve, se produce un impacto visual, surgiendo de manera ineludible la comparación con esos otros lugares en los cuales las pintadas y la suciedad brillan por su ausencia, siendo paradigma de esta afirmación ciudades como Bilbao, Elche o la inigualable Oviedo, que ha recibido en varias ocasiones el galardón “Escoba de platino” a la ciudad más limpia de España.



Qué estén tranquilos los responsables políticos locales, que no van a tener que recoger este galardón, como tampoco tendrán que recoger ningún premio referente a la variedad, a la calidad ni al nivel de las actividades culturales a las cuales nos tienen acostumbrados.
No hay que buscar la cuadratura del círculo, esta situación tal vez se deba a un hecho simple,  que la ciudad es la imagen de los que vivimos en ella, de los que hacen pintadas, de los que tiran papeles y otras inmundicias al suelo teniendo una papelera a tres metros, de los dueños de perros que no recogen las deposiciones de sus mascotas, de los bebedores del sanjueves, de los fumadores que ni tan siquiera se digna a apagar las colillas…



Pero y los ciudadanos y ciudadanas (sigo empleando este término molesto para algunos) que si respetamos las normas cívica y de conducta social, que nos guardamos el papel en el bolsillo hasta encontrar una papelera donde depositarlo, que recogemos escrupulosamente con una bolsita los excrementos de nuestras mascotas, que no hacemos pintadas, que no dejamos los vasos y las botellas de nuestras celebraciones en la vía pública, ¿Por qué tenemos que soportar a diario esta situación? ¿Vivimos en una sociedad que como decía la carta del indio Seattle al presidente de los Estados Unidos se asfixiará en sus propios excrementos?



Pienso que si camináramos por una ciudad más limpia esa situación podría generar un comportamiento de la gente en esa misma dirección. No se trata únicamente de que los servicios de limpieza municipales hagan su trabajo, que lo hacen y bien, sino de que nos concienciemos del tipo de educación que estamos dando a un niño o niña cuando los mayores tiramos un papel, una bolsa o un bote al suelo en lugar de depositarlo en una papelera.
Dice el refranero que es sabio, que “no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia”, tal vez para resolver los grandes retos de la actualidad deberíamos comenzar por ahí, por estas pequeñas-grandes cosas de nuestro día a día que hablan mucho de cómo somos.
Mientras tanto seguiremos paseando por esas calles llenas de arte estrafalario y de suciedad por doquier mirando hacia el consistorio y alegrándonos de que por lo menos a través de las ondas hertzianas locales todo es maravilloso en este pueblo grande.



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