viernes, 30 de marzo de 2018

UN CAMINO, MIL INSTANTES

Recientemente he vuelto a realizar algunos tramos del milenario Camino de Santiago, una experiencia siempre única que me ha aportado, una vez más, sensaciones muy especiales, regalándome imágenes que han removido mi interior además de ofrecerme instantes que guardaré como verdaderas reliquias.


Esta imagen la tomé pensando que el tiempo se había detenido ofreciéndome algo antiquísimo


El telón de fondo que me acompaño fue la Galicia más auténtica, la de la lluvia y los riachuelos, la de las nubes y el viento, la del mar y el olor a salitre, la de las gentes llanas, curtidas por el pasar del tiempo y el duro trabajo.


La Naturaleza lo cubre todo dando un aire de nobleza al más humilde refugio


Los olores intensos del laborioso trabajo agrícola y ganadero, el frescor de los eucaliptos del sendero, el aroma a comida caliente recién hecha, esos han sido las fragancias que han dado más autenticidad, si cabe, a una experiencia que va más allá del simple caminar; motivaciones religiosas, lúdicas, de introspección personal, todo vale en pos de caminar por donde antes pasaron millones de almas.



Los juegos de luces y sombras confieren al paisaje un halo místico


Tengo la "manía" de fijarme en los pequeños detalles, aquellos que tal vez pasan más desapercibidos, y  es que en el Camino de Santiago esos signos de las maravillas que nos rodean se acentúan, tal vez por la propia predisposición que llevo siempre que hago mi mochila de expectativas y aventuras.


La inmensidad del mar en Fisterre hace soñar con el Ara Solis y las antiguas leyendas

Me impresionó la tranquilidad de las gentes que llevan con solemnidad sus tareas diarias, no pude dejar de esbozar una sonrisa al pasar junto a pequeñas propiedades que, cual arca de Noe, acogen a gallinas, vacas y perros que parecen acostumbrados al discurrir de esas gentes de la gran ciudad que les miran con inocente e infantil curiosidad.


La tradición pesquera de la "Costa da morte" sigue perviviendo


Uno de los momentos más especiales de mi Camino de Santiago coincidió con uno de los turbiones de lluvia que con mayor intensidad protagonizó estos días tan intensos y especiales, en ese momento una pequeña casa, habilitada como posada, me acogió con su protector ambiente y su cálida comida recién hecha, realmente interioricé lo que a lo largo de los siglos debieron sentir miles de peregrinos provenientes de los confines del mundo conocido al encontrar un lugar donde refugiarse y tener en sus manos un cuenco de alimento caliente con el que reconfortar el cuerpo y el alma.


El fuego y la madera siguen ayudando al fatigado caminante

Llegado a la ciudad del Santo una sensación de familiaridad y reencuentro me embargó, volví a recorrer las calles de mi querida Santiago que me acogió, una vez más, con esa pátina de historia, de religiosidad y sentimientos a flor de piel tendiéndome una alfombra de lluvia sobre las piedras antiquísimas que un día señaló una mágica estrella.


Caminando por estos senderos uno entiende la frase "Haberlas haylas..."

La melodía de una gaita, el sabor de ese dulce de almendra con su cruz distintiva o el murmullo de gentes provenientes de mil lugares, tuve ese telón de fondo cuando accedí a la Catedral donde pude vivir otro de esos momentos por los que me siento privilegiado ya que pude caminar por sus naves románicas casi en la más absoluta soledad, acompañado por un solemne silencio, algo que muy pocos peregrinos consiguen; allí sentí la fuerza de los pasos de aquellos que llegaron antes que yo a este lugar único.


Mercadillos de antaño ofreciendo al caminante aquello que necesita

Con mi recuerdo de la inmensidad del mar en el fin de la tierra conocida de aquella antigua Hispania romana finalizo esta crónica versada sobre uno de los divesos caminos que tiene el Camino, ¡Ultreia!,¡Ultreia!.




Incluyo aquí el comentario sobre este artículo de dos amigos y compañeros a los que estimo mucho, agradeciendo sus sinceras palabras que me dan ánimos para seguir con esta labor de escribir.



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